LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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jueves, 28 de abril de 2011

A VECES

a veces me canso
de sonreír
las mejillas me pesan
un quintal
los labios caen
juntos
en una línea inexpresiva.
a veces me satura
el camino
el mío
laberinto tridimensional
el problema no es lo largo
más bien es lo escarpado
las piedras
los baches
tantos escombros en barricada
…demasiados.
a veces me canso
de escuchar atenta
todo es ruido
ensordecedor
zumbidos locos
de mil enjambres
a mi alrededor.
a veces me canso
de mirar
las penas ajenas
urgentes
hambre de amor
sed de tacto
todo un desierto
en los ojos
de la gente.
a veces me canso
de levantar los brazos
para abrazarte
…tal vez preferiría
que lo hicieras tú
pero no sucede
solo veo manos abiertas
esperando recibir.
a veces me canso
de sentir en mi piel
este dolor punzante
ardiente
tan cruel
mi tormento
el tuyo
la llaga abierta
de los demás.
a veces me canso
de ser complaciente
agradable
amable.
el espíritu se desinfla
de pronto
yace arrugado
inerte
tirado en una esquina
amnésico de caridad.
a veces llego a un muro
no puedo más
no encuentro paz
el alma se confunde
agobiada.
así
cansada
silente me recojo
en mi carapacho.
mi humanidad entera
se vuelve un ovillo
en posición fetal
ojos
labios
brazos
espíritu
todo cae en el vacío
no hay quien me preste los suyos
a nadie le importa nada
a nadie le importo yo
a nadie
ni siquiera a mí…
busco entonces
unas horas de oscuridad
para respirar
entenderlo todo
desarmarlo
decidir encontrarme de nuevo.
despierto luego
me estiro lentamente
lo compruebo
por enésima vez.
con grandes ojos
miro mi sonrisa en el espejo
el reflejo lo reitera
es inútil
no tengo remedio
por mucho que lo intente
es imposible cambiar mi corazón
por indiferencia.
simplemente
soy yo misma
la de antes de ayer
antes de cansarse.
soy yo
la verdadera
siempre lo seré
ayer quedó atrás
amaneció
hoy es un nuevo día.


©2011 PSR

miércoles, 20 de abril de 2011

ESTRENO

una sola soledad
dividida en dos
se deshace lentamente
respiro a respiro
buscando refugio
en el abrigo elegante
del atardecer tardío.
en el manto plomizo
tachonado de añicos nobles
las almas nuevas
son cristales brillantes
que refulgen
buscando afanosas
sus gemelas
sobre las olas
en su eterno llegar.
noche perfecta
aquella
la primera
amable
cálida
dos corazones nuevos de fábrica
estrenándose
desbocados
en el vaivén de la brisa
salada
húmeda
adornada con el murmullo
del agua espumosa.
tu brazo abarca mis hombros
estrechándome
tu mano busca la mía
explorándola
tu mirada se hunde profundamente
al encontrar mis ojos
hambrientos de ti.
te acercas entre las sombras
susurrando un delicioso silencio
a mi oído ávido
de tu aliento.
insaciable te respiro
conteniendo inquieta
todo músculo
cada vello erizado
congelado
abrasado
desorientado
en medio del mar de leva
de mi sangre revuelta.
tus labios acarician mi rostro
palmo a palmo
dulcemente
descubriendo todo detalle
cada forma
deleitándose en su textura
sintiendo el rubor intranquilo
que impune quema mi piel
partiendo mi boca.
al fin
mis labios ansiosos
reciben a los tuyos
anhelantes.
juntos se derraman
todos los deseos
quebrando uno a uno
los diques del alma
inundándonos enteros
uno en el otro
gota a gota
sin prisa
bautizando
tiernamente
nuestro amor.


©2011 PSR

miércoles, 13 de abril de 2011

BELLA

Amiga mía, eres hermosa. Siempre lo has sido, sin duda, pero hoy quiero decírtelo yo. Eres el resultado positivo de la vida, la victoria de la voluntad y la entrega en cada desafío que te ha impuesto el destino. Eres el crisol donde se mezclan las infinitas facetas femeninas en una amalgama perfecta de amor y tenacidad llamada mujer. Es para mí un honor poder llamarte mi amiga y compartir contigo parte de tu existencia.

Amiga linda, en tu rostro sereno se reflejan todas las mujeres y sin embargo eres tú sola. Tus facciones fueron moldeadas por manos sublimes, logrando la obra de arte más impecable. Eres magnífica exactamente de esta manera; con la figura que tienes, que hace que tu silueta sea armoniosa e irrepetible. Incluso si subes de peso sigues siendo bonita; tus curvas se vuelven más amplias y suaves, manteniendo las proporciones del diseño corporal que mejor se ajusta a tu imagen.

No existe nadie igual a ti. La naturaleza rompió el molde después de que naciste y el ambiente se ha encargado de acentuar las características que te definen, haciéndote única. Cada línea que surca tu cuerpo y tu rostro es el camino que describe la vida mientras relata tu historia; puedes estar satisfecha de haber participado en tantos capítulos, y sobre todo, de estar aquí ahora para contarlos.

Recuerda que toda fibra de cabello que decide platearse sin tu permiso es solamente el reflejo de la luna sabia y consejera que resolvió quedarse plácida en tu cabeza después de haberte acompañado en alguna reflexión nocturna… o en un aprendizaje ineludible.

Eres la pasión más genuina vertida en un cuerpo humano, el espíritu que no claudica y te empuja siempre hacia adelante buscando lo bueno. Por tus venas corre indomable la sangre noble de las primeras guerreras de tu estirpe; no te avergüences si ella se empeña en mostrar su ruta vital debajo de tu piel, por toda tu persona.

Tu cuerpo es tu templo; trátalo con reverencia, respeto y consideración. En él rige un orden preciso que te hace sentir cómoda. Sin embargo, sabes que eres naturalmente distinta de los demás y por eso funcionas de una manera particular. Tu organismo es tan formidable y leal que se adapta a cualquier cambio para ayudarte a avanzar. Si te preocupas, si cambias de talla, si envejeces, si encuentras algún impedimento; tu sistema simplemente hace todo lo que debe hacer de la manera en que puede hacerlo, la mejor manera para ti. Incluso cuando enfermas, tu cuerpo combate el desajuste usando todos los medios para que sanes pronto.

Sabes que es atractivo ser diferente; cada quien es especial. Si la vida te regala tiempo sin un certificado de garantía, o si descubres que tienes una falla de fábrica que te reduce alguna capacidad física, no te apures, que todo tiene su vuelta; es cuestión de redistribuir la carga para que el trayecto se haga más llevadero. Tan solo piensa en el milagro constante de sentir tu corazón latir.

Eres inmejorable exactamente así, como más bonita te sientes. Tal vez alguien intente convencerte de lo contrario o busque criticarte negativamente; pero tú sabes qué hacer con las palabras necias… Eres la reina de tu propio mundo, no hay quien te corte las alas ni te enmarque en un formato preconcebido. Nadie puede imponerte cómo actuar frente a los demás, cómo pensar ni tampoco cómo vestir. Eres libre de usar lo que te haga sentir mejor, lo que más te guste a ti. El encanto es una cualidad preciosa que llevas dentro y que se hace presente a través de tu actitud. Cuando eres feliz, dejas salir tu gracia y ella se refleja en lo que haces, envolviéndolo todo en un manto amable y brillante. Tu sonrisa es maravillosa; un tesoro perlado con el que enriqueces y haces felices a muchos otros.

Lo más hermoso es aquello que cultivas con amor en tu fuero interno. Es tu esencia, tu yo más puro; el carisma que te hace vibrar y que compartes con otros, cuando les regalas lo mejor de ti. Tu luz tiene un color y un brillo únicos, no hay quien la opaque. Tu mirada es capaz de iluminar hasta la más oscura tristeza que quiera ocultarse en los demás y, al mismo tiempo, es refugio seguro para quienes se sienten arrastrados por la corriente del dolor.

Querida amiga, tienes mil cualidades que te hacen la persona más importante. Siéntete orgullosa de ser quien eres y como eres, quiérete más que a nadie. ¡Qué delicioso es respirar profundamente y ventilar los sentimientos! Tómate un momento para mirarte en el espejo y descubre tu presencia, tu perfección. Detállate palmo a palmo y sorpréndete ante ti misma. Luego, busca en la profundidad de tus ojos y verás lo hermosa que es tu alma. Eres bella, amiga mía. Siempre lo serás.


©2011 PSR

miércoles, 6 de abril de 2011

COÑO

Es curioso cómo una palabra puede descalabrar a la gente de un país, y no hacerle absolutamente nada a otras personas de lugares distintos, aunque hablen el mismo idioma. Independientemente de su significado literal, la respuesta está en los valores y costumbres que compartan o no aquellas culturas.

Según la Real Academia Española de la Lengua, el término “coño” es una voz malsonante que se refiere a la parte externa del aparato genital de la hembra, y se usa frecuentemente como interjección. La verdad es que nunca he usado esa palabra con su acepción; tal vez porque no tiendo a ser una persona “mal hablada”. En general le doy a cada término todo el peso que tiene, usándolo según su significado, y conozco maneras menos peyorativas para referirme a esa parte del cuerpo femenino. En mi caso, la palabra “coño” es una excepción; la uso exclusivamente como expresión de asombro, positivo o negativo.

Me fascinan las palabras; son mis amigas íntimas. Puedo hacer malabarismos con ellas y me siento como una maga; las invento, las hago aparecer y desaparecer, les doy la connotación que deseo, el significado que quiero, la fuerza que me place, la intención, la sutileza; descubro la belleza que guardan en sus acordes cuando las pronuncio y me deleito en ello. Las palabras también se pueden convertir en fuentes de error; las utilizamos para informar o desinformar, para engañar, tergiversar, improvisar, crear, salir de aprietos, para sobrevivir o sucumbir, para embellecer, animar, destruir e incluso matar.

Ciertamente, cada palabra tiene una carga, un valor. Pero ese valor y ese peso solamente aparecen cuando la persona que entra en contacto con ella le da un significado y reacciona de alguna manera. Cada idioma es un mundo y posee un vocabulario propio. Aunque distintas lenguas compartan las mismas raíces, las palabras no tienen por qué repetirse necesariamente, y de hacerlo, su significado no siempre es igual. Incluso en culturas que hablan el mismo idioma, hay términos con acepciones y valores distintos. Por eso compruebo una y otra vez que no hay palabras buenas ni malas; todo depende de la intención con que se digan, del peso que se les atribuya y la cualidad que les den quienes las reciban. Cuando yo digo “coño”, simplemente estoy exclamando, sea por extrañeza, felicidad o desagrado; nada más.

Siempre he disfrutado con las palabras. Me gusta usarlas por la manera como suenan; puedo escuchar la armonía que todas juntas aportan a la melodía del lenguaje hablado. Hace tiempo me di cuenta de que con frecuencia digo la palabra “coño”. Podrá parecer gracioso, pero me gusta mucho su fonética. De hecho, prefiero escucharla y sobre todo decirla, más que leerla. Me parece que el sonido fuerte de la c le da carácter, mientras que la ñ la suaviza y le da esa personalidad seductora e inimitablemente hispana, y la o le imprime esa dosis de interjección y asombro, que hacen esa palabra tan versátil. Es así; la expresión “¡coño!” se puede usar en casi cualquier situación, si se le da la entonación adecuada. Definitivamente, mi intención al utilizarla es solo manifestar sorpresa.

Cuando mi hija tenía cinco años recibí una nota de su maestra de primer grado, en la que se quejaba de que la niña había dicho una mala palabra en clase. Fui a la escuela a hablar con la maestra y le dije que lo sentía mucho y que me aseguraría de que no volviera a suceder. La maestra no parecía molesta, más bien me comentó que estaba asombrada, “no tanto por la palabra que había usado la niña, sino porque la dijo unas dos o tres veces, todas en contextos válidos; la niña la usaba cuando se le caía algo y se molestaba”. La maestra me comentó que, cuando le preguntó a la niña por qué había dicho esa palabra, ella simple y seriamente le respondió que era porque se le había caído algo al suelo. Entonces, la maestra se dio cuenta de que mi hija no veía esa palabra como mala y que la usaba solamente para expresar disgusto. Sin embargo, debía corregirla. Así, cuando le hablé a mi hija para explicarle que hay palabras que no deben decirse, ella simplemente me dijo: “Mamá, ¿para qué inventan las palabras si después no se pueden usar? Las palabras existen para usarlas, ¿no?”. Cuando escuché esto, no pude evitar que se me dibujara una enorme sonrisa por dentro, porque me encantó comprobar que mi hija razonaba lógicamente. Pero claro, ahora debía decirle algo que fuese suficientemente lógico para que ella comprendiera que no podía usar esa palabra por ahí, y que mejor la sustituyera por otra que no ofendiera a nadie. Y eso fue justamente lo que le dije; que hay palabras que ofenden a la gente. Ella lo entendió y no volvió a decirla más, al menos de pequeña.

El asunto con las palabras soeces es muy simple. En realidad, no es cuestión de pronunciarlas o no; más bien se trata de entender su significado, saber usarlas y comprender la intención con que vienen. Como todo, si existen es porque alguien las ha creado, y si es así, alguna función han de tener; solo hay que saber cuál es. Ellas ocupan un espacio en el vocabulario de todos nosotros, que quizás sea teórico y pequeño, y tal vez nunca llegue a ser necesario utilizarlas. Sin embargo, es bueno conocerlas para poder decidir qué hacer con ellas. En mi caso, pasará mucho tiempo antes de que me tope con una palabra “buena” que sustituya en todas sus funciones a la expresión “coño” y sobre todo, que me guste más en cuanto a su fonética. Y aunque sinceramente no la estoy buscando, el día que por casualidad me la encuentre, lo pensaré bastante antes de cambiarla, ¡coño!


©2011 PSR