LIBROS POR PATRICIA SCHAEFER RÖDER

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miércoles, 24 de febrero de 2010

APRENDIZAJE

Ayúdate, que Dios te ayudará.

“Rezar siempre ayuda. Rezar es la solución para todos los problemas; es el mejor remedio para todos los males. Si estás en apuros, reza”, decía mi madre. Era muy santa, mi madre. Y muy sabia. Santa y sabia, sí señor. Mi madre decía que todos los días se aprendía algo. Y tenía razón. Así mismito es. Hoy me tocó aprender esto a mí. Así mismo. Toda la vida fui una persona devota que asistió a la misa diaria de las seis de la mañana. Fui creyente y practicante desde que tenía memoria; así me crió mi madre. Y así crié yo a mis hijos también. Josué mi marido también era religioso. Nos conocíamos desde que éramos unos chamaquitos y pasamos toda la vida juntos. Toda la vida, en verdad. Nunca nos separamos, siempre nos quedamos en este pueblo. Aquí nacieron nuestros cinco hijos, en nuestro pueblo, que era también el pueblo de nuestros padres. De nuestras familias. De nuestros antepasados. En este pueblo; este mismo pueblo pacífico que no huyó del ejército que venía del norte. Nos habían dicho que nos fuéramos, pero no quisimos abandonar nuestros hogares. Ya sabíamos que bajaban, pero la verdad era que ellos no tenían nada que buscar aquí. Como nosotros no habíamos hecho nada malo, no teníamos nada que temer. Así que nos quedamos, rezamos mucho y confiamos en que no vendrían a nuestro pueblo. Seguro se desviarían y pasarían por otro lado. Los pueblos vecinos se iban vaciando, y nosotros orábamos para que no llegaran al nuestro. Pero esta mañana sentimos el olor a pólvora y sudor cayendo pesado como la bruma del norte. Y en medio de la nube fueron apareciendo como una jauría salvaje. Un enjambre armado y loco. Hombres que parecían animales, con las ropas sucias y las caras manchadas, mostrando los dientes en una ira centellante que brotaba diabólicamente de sus ojos enardecidos. Pero sabíamos que eran seres humanos como nosotros. Al verlos, oramos en silencio por sus almas. Eran soldados. Soldados que llegaban y mataban todo lo que se moviera. No preguntaban de qué bando era cada quien. Sólo disparaban y quemaban lo que había a su alrededor. Era como si el infierno se hubiera adueñado de la tierra y todos nosotros hubiésemos sido condenados por pecadores. Josué y yo reunimos a nuestra familia para rezar, seguros de que la oración nos salvaría. Su madre, mi padre, mi hermana Matilde y los chamaquitos; todos oramos. Oramos cuando oímos a los soldados acercarse gritando. Seguimos orando mientras el ejército bloqueaba nuestra casa. Rezamos al oler la gasolina que echaban por las paredes. Rezamos con más fervor cuando los soldados le prendieron fuego por las cuatro esquinas y el techo. Rezamos al sentir la temperatura subir y rodearnos, cubriéndonos como una frazada de lana en pleno verano. Oramos a pesar de que nuestras gargantas ardían secas y nuestra vista se nublaba. No dejamos de rezar mientras, tomados de las manos, nos ahogábamos en el humo negro, tosiendo y con los ojos llenos de lágrimas. Rezamos mientras nuestras ropas y nuestra carne se chamuscaban, nuestro cabello derritiéndose como plástico. Oramos más aún. Rezamos con más fuerza que nunca. Uno a uno fuimos cayendo. Seguíamos rezando, humillados ante las llamas enormes y desbocadas que consumían lo poco que teníamos. Nuestras cosas. Nuestro aire. Nuestra vida. Oramos hasta perder el conocimiento. Hasta perderlo todo. Rezamos hasta comprender al fin que, a veces, rezar no sirve de nada.


©2007 PSR

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA MÁSCARA

Se levantó a la misma hora de siempre, se aseó y se puso su versátil disfraz de todos los días, escogió la máscara del momento para que sus hijos supieran quién era, se ocupó del desayuno, los llevó a la escuela y luego se dirigió al trabajo; en el auto se cambió la máscara por aquella que le permitiría entrar a la oficina y tratar con los empleados y los clientes; en la hora del almuerzo se puso la máscara de la amistad y la camaradería y de regreso en la oficina la volvió a colocar en el mismo lugar donde la tiene guardada para esos casos especiales; al final de la jornada recogió a los niños con la máscara pertinente, llegó a casa y rápidamente se la cambió por otra para que su pareja se sintiera feliz de verle; antes de la cena se colocó la máscara de la vida familiar, luego llevó a los niños a la cama y se volvió a poner la máscara complementaria de su pareja, compartieron el mismo rato de siempre, el conocido beso de buenas noches y se comenzó a preparar para dormir; se cepilló los dientes, se peinó, se salió del disfraz, se quitó la máscara y al mirar al espejo se percató de que no había nadie.


Copyright ©2009 PSR



* "La máscara" fue llevado a las tablas como un ejercicio de teatro, requisito para la graduación de las modelos en la academia SModeling Studio en Arecibo, Puerto Rico, a cargo de la Prof. Helena Colome el viernes 10 de junio de 2011.
 
"La máscara" aparece en la antología Yara y otras historias, de Patricia Schaefer Röder.
Ediciones Scriba NYC
ISBN 978-0-9845727-0-0







miércoles, 10 de febrero de 2010

BESOS

“…Tal vez lo que más extrañe de mi juventud sean los besos que fui descubriendo a lo largo del camino. Primeros besos, besos de despedida. Besos largos, cortos, minúsculos, mayúsculos. Besos con diferentes sabores, olores, temperaturas. Besos con diversos grados de tensión; besos suaves y besos apasionados. Besos descarados, besos robados. Besos dulces, besos amargos. Besos imprevistos, besos obligados. Besos tembolorosos y besos seguros. Besos divertidos, besos locos, besos tristes. Buenos besos, malos besos. Besos en el cine, en una fiesta, en un concierto, en la puerta de mi casa, bajo la lluvia, en mi habitación, en el carro, en el ascensor, en la playa, en el campo, en el agua. Besos a la luz del día y besos en la oscuridad de la noche. Besos al bailar y besos al soñar. Besos escondidos y besos descubiertos. Besos de ensayo y error, y besos perfectos. Besos atléticos y besos torpes. Besos en la boca y besos en el cuello; besos en la cara y besos en el cuerpo. Besos franceses y besos de esquimal. Besos en susurro y besos a gritos. Besos leves y besos fuertes. Besos mordidos y besos acariciados. Besos callados y besos escandalosos. Besos tiernos, sutiles, honestos, profundos. Besos...besos. Aquellos besos. ¿Dónde quedaron los besos, Sebastián? ¿Se perdieron o murieron? ¿Acaso se acabaron o se fueron deshilachando con los años? Ya no me robas el aliento. Ya no me haces temblar, Sebastián…”.


©2005 PSR
fragmento tomado de un trabajo en proceso

miércoles, 3 de febrero de 2010

LA OVEJA NEGRA

¡Por fin llegaste! Ya me estaba comenzando a preocupar… ¿Qué pasó? ¿Por qué tardaste tanto, tuviste algún percance? Bueno, lo importante es que ya estás aquí. ¿Alguien te vio cuando venías? Mira que es un secreto. ¿Trajiste exactamente lo que te pedí? ¿Pudiste conseguirlo sin problema? Lo necesito urgentemente; sé que no aguantaré mucho más…

Todos en mi familia asemejamos ángeles suecos y todos parecieran querer ser siempre más angelicales aún. Todos menos yo. Siempre me sentí como la oveja negra de la familia. Soy rebelde por naturaleza; nunca he soportado que me digan lo que debo hacer y mucho menos que me obliguen a nada. Por eso hago lo que quiero, sin importarme lo que piensen los demás; al fin y al cabo se trata de mi vida y ya. Y así y todo, nunca había hecho esto antes; será por eso que me tomó bastante tiempo decidirme, a pesar de que siempre sentí la curiosidad y la tentación me rondaba insistentemente. ¡Qué emoción! ¡No puedo creer que haya llegado el día, luego de tantos años! Pero dicen que lo bueno se hace esperar, así que lo haré sin ningún remordimiento y lo disfrutaré al máximo, ¡sí señor! Estoy harta de los consejos, de las reglas y las convenciones; no sirvo para eso. Prefiero que me dejen en paz para ser libre y vivir como yo lo desee, sin que alguien se inmiscuya en mis asuntos. ¿Y qué si lo hago, si al fin de cuentas no le causo un mal a nadie? ¿Por qué tanto escándalo y tanta ridiculez en torno a mi comportamiento, si además vivo sola y dependo de mí misma? Cualquier cosa que haya hecho y haga en el futuro ha sido y será a riesgo propio, ¡que dejen ya de entrometerse todos!

A ver, ¿fue muy caro? Mira que sólo pienso usar lo mejor, ahora y siempre. No tolero la piratería ni la adulteración, sobre todo en algo tan importante y costoso; mi cuerpo no lo resistiría. ¡Ah sí, es exactamente lo que quería! ¿Tienes los implementos a mano? ¡Qué bueno, entonces podemos comenzar ya! Abre el paquete con cuidado, no sea que se caiga; sabes que no me puedo dar el lujo de malgastarlo. ¡Qué nervios! Déjame respirar hondo mientras lo preparas todo. Esto tiene que ser perfecto, recuerda que estoy en tus manos. Sí, estoy segura de que lo quiero hacer, pero por favor, hazlo con mucho cuidado. Voy a cerrar los ojos para ayudar a que te concentres mejor. ¡No puedo esperar más! ¡Toma ya la brocha y tíñeme el cabello del azabache más oscuro que existe…!


©2009 PSR